The noughties.

El principio del fin:

Los primeras conexiones con el internet, Titanic solo en cines, las Spice Girls, MTV. Hay muchos motivos por los que amarlos, pero sólo hay uno de ellos al que dedicarles nuestro amor: los noventa. 

Courtesy: Pinterest.

Tanto si contáis con la ventaja de haber vivido estos tiempos en vuestras propias carnes, como si únicamente os podéis limitar a juguetear con la idea de cómo debe ser bailar al ritmo de Destiny’s Child con todos vuestros amigos al alcance de vuestro bolsillo gracias a vuestro novedoso flip-phone, coincidiréis conmigo cuando afirmo que si bien es la década tratada en este blog más cercana a nuestra actual concepción del mundo moderno, también es posiblemente la que más nostalgia despierta. 

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Para las generaciones más experimentadas constituyen un periodo de calma tras situaciones tormentosas en el cual nuevos horizontes se abrieron ante sus ojos; para aquellos para los que los noventa pertenecen a su infancia, guardan la melancolía que siempre se le adjunta a la inocencia; y para los que ni siquiera tuvieron la ocasión de entrar en contacto con ellos, supone una fuente de inspiración divinizada. 

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No obstante, ahora que la cantidad de testigos se iguala a la de nuevos miembros societarios ¿En que categoría entra esta era? ¿Es demasiado pronto para añadirla en los libros de historia o se la puede considerar ya un capítulo contemporáneo cerrado? No trato de apelar al irracionalmente divulgado sentimiento de angustia que emborrona la idea sobre el paso del tiempo y su inevitable consecuencia: envejecer, pero ya son treinta y dos años los que nos separan y la veta no hace sino ensancharse; por lo que me es dudoso como debo enfocar esta auscultación.  

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De igual manera, los hechos no están sujetos a la subjetividad, de modo que podemos considerar los siguientes como las principales manos que moldearon este periodo: La Paz (o lo más conocido a esta que el desconsiderado ser humano pudo gestar), como demuestran la presidencia de Nelson Mandela o la conclusión de la Guerra Fría; 

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Nelson Mandela

los vertiginosos progresos tecnológicos, ilustrados por el nacimiento del primer animal clonado (la oveja Dolly) o el estallido de los “.com”; 

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y algunas pérdidas trágicas como resultaron ser las de Diana de Gales, Santa Teresa de Calcuta o Freddie Mercury. 

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Diana de Gales

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Santa Teresa de Calcuta 










Manteniendo estos precedentes en mente, desmigajar el estilo de la década hasta encontrar una causa a su surgimiento no es solo una tarea basada en la lógica sino también infinitamente más simple. Minimalismo, básicos, bajo mantenimiento, vitalismo, empoderamiento. Estos son cinco conceptos que, leídos entrelíneas, encapsulan eficazmente las tendencias de los noventa, para cada cual se debe añadir una explicación concisa para no dejar margen a posibles desentendimientos. 

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En primer lugar, la minimalista se podría describir como la corriente alpha de esta era, y para visualizarlo con mayor precisión solo debemos imaginarnos líneas pulcras y tonalidades neutrales, como se muestran en los diseños de Calvin Klein. 

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A esta le siguen otros dos preceptos que se consideran producto del anterior, ya que para conseguir un verdadero atuendo minimalista los fondos de armario y la sencillez son puntos clave, Helmut Lang desde luego sabe una o dos cosas al respecto. 

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En contraposición a lo establecido, encontramos un brote de dinamismo que gracias a sus colores de neón y su incansable personalidad declamatoria, más tarde ofrecería como fruto la estética Y2K (el siguiente enlace te conducirá a una enciclopedia con todo lo que necesitas saber al respecto: https://creativitymidstchaos.blogspot.com/2022/04/paris-but-make-it-hilton.html). 

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Y finalmente, pero no por ello menos deslumbrante, tenemos una audacia que escasamente había salido a pasear antes en el distrito de la moda. Se toma conciencia del cuerpo de modo que su silueta y su complexión son nuevos dioses a los que idolatrar, sin embargo, esto se pagó a un precio muy alto, pues fue el inicio del exponencial incremento en problemas de autoestima, trastornos alimenticios y dismorfia corporal que a día de hoy seguimos batallando. No se inicia un diálogo sobre cómo de hermoso es el cuerpo femenino, sino que se establecen nuevas normas imposibles de cumplir por las que se rige la belleza. 


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Todo lo que queda por hacer es conectar las pistas: el minimalismo con sus correspondientes básicos y niveles bajos de mantenimiento muestran la realidad del impacto mediático en nuestras vidas, tener acceso a ordenadores y programas jamás antes vistos no sólo nos hace demandar una optimización de nuestras tareas sino también de la forma en que vestimos.

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El susodicho vitalismo que hemos explorado es el claro resultado de un deseado periodo de harmonía entre las naciones, tras años llorando guerras inacabables en occidente, este se ve liberado y dispuesto a celebrar.

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Y el empoderamiento de doble filo que emerge en los noventa  es la fusión de la previamente nombrada necesidad de “quitar todo lo que estorba” lo cual también se aplica a las prendas: no más accesorios pomposos ni bajos largos, además de querer lucirse ante la cruda realidad que dejar marchar a grandes iconos nos revela: es ahora o nunca, basta de ceñirme al antiguo reglamento, pues ¿De qué servirá cuando mis cenizas dancen en el viento?

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À bientôt,
Le Chaos.


The beginning of the end:

The first connections with the internet, Titanic only available in theaters, the Spice Girls, MTV. There are many reasons to love them, but there is only one of them to dedicate our love to: the nineties. 

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Whether you have the advantage of having lived through these times in your own flesh, or if you can only limit yourself to fantasize with the idea of what it must be like to dance to the rhythm of Destiny's Child with all your friends within reach of your pocket thanks to your new flip-phone, you will agree with me when I say that although it is the closest decade treated in this blog to our current conception of the modern world, it is also possibly the one that arouses the most nostalgia. 

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For the more experienced generations they constitute a period of calmness after many stormy situations in which new horizons opened before their eyes, for those for whom the 90s belong to their childhood they keep the melancholy that is always attached to innocence, and for those that they did not even have the opportunity to come into contact with them supposes a source of deified inspiration. 

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However, now that the number of witnesses is equal to that of new corporate members, what category does this era fall into? Is it too early to add it to the history books or can it be considered a closed contemporary chapter? I am not trying to appeal to the irrationally publicized feeling of anguish that blurs the idea of the passage of time and its inevitable consequence: aging, but there are already thirty-two years that separate us and the vein only widens; so it is doubtful to me how I should approach this auscultation. 

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In the same way, the facts are not swayed by subjectivity, so we can consider the following as the main events that shaped this period: peace (or the best version of it inconsiderate human beings could gestate), as evidenced by the presidency of Nelson Mandela or the end of the Cold War; 

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Fall of the Wall of Berlin

the vertiginous technological progress, illustrated by the birth of the first cloned animal (Dolly the sheep) or the boom of the ".com"; 

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and some tragic losses such as those of Diana of Wales, Saint Teresa of Calcutta or Freddie Mercury. 

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Diana of Wales

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Freddie Mercury










Keeping these precedents in mind, crumbling the style of the decade to find a cause for its emergence is not only a logical task but also infinitely simpler. Minimalism, basics, low maintenance, vitalism, empowerment. These are five concepts that, read between the lines, effectively encapsulate what the trends of the 1990s include, for each one a concise explanation must be added to leave no room for misinterpretation. 

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First of all, the minimalist could be described as the alpha current of this era, and to visualize it more accurately we only have to imagine clean lines and neutral tones such as those by Calvin Klein. 

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This is followed by two other precepts that are considered a product of the previous one, since to achieve a true minimalist outfit, wardrobe essentials and simplicity are key points, for instance, Helmut Lang knows a thing or two about it. 

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Helmut Lang

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In contrast to what is established, we find an outbreak of dynamism that thanks to its neon colors and its tireless declamatory personality would later result in the Y2K aesthetic (the following link will take you to an encyclopedia with everything you need to know about it: https://creativitymidstchaos.blogspot.com/2022/04/paris-but-make-it-hilton.html). 


And last but not least, we have a boldness that has rarely been seen out for a walk in the fashion district before, body consciousness is made so that your silhouette and complexion are new gods to idolize, yet this was paid at a very high price, because it was the beginning of the exponential increase in self-esteem problems, eating disorders and body dismorphia that we continue to battle today, what emerged wasn’t a dialogue about how beautiful the female body is, but the crowning of thinness as the rule that governs beauty. 

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All that remains to be done is to connect the clues: minimalism with its corresponding basics and low levels of maintenance show the reality of the media impact on our lives, having access to never-seen-before computers and programs not only makes us demand optimization of our tasks but also the way we dress; 

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the aforementioned vitalism that we have explored is the clear result of a desired period of harmony among nations, after years crying endless wars in the West, it finally is liberated and ready to celebrate; 

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and the double-edged empowerment that rises in the nineties is the fusion of the previously mentioned need to “remove everything that gets in the way” which also applies to clothes: no more pompous accessories or long hems, in addition to wanting to show off the harsh reality that letting go of great icons reveals to us: it is Now or never, enough with sticking to the rules, because what good will it do when my ashes dance in the wind?

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À bientôt,
Le Chaos.


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