This boots are made for walkin’

Las botas en el suelo y la cabeza en las nubes:

Las cowboy, las de borrego, los botines, las militares, las gogo de los sesenta, las de plataforma, las de tacón, las de lluvia,… Hay infinidad de botas destinadas a complacer todo tipo de estilos y funciones entre las que cada individuo podemos elegir las más conveniente para cada situación.

Fuente: Pinterest/ Source: Pinterest.

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Sin embargo, cuando pensamos en los inicios de este calzado se nos viene a la cabeza una imagen relativamente moderna que data del siglo XVIII, lo que es totalmente erróneo. En verdad el primer indicio de ellas ronda el año 15000 a.C, encontrado en las pinturas rupestres españolas donde tanto los hombres como las mujeres de las cavernas vestían pieles de distintos animales con el fin de proteger sus pies de amenazas como el frío extremo o los páramos rocosos.

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La antigua Mesopotamia y Egipto igualmente fueron tempranos testigos del surgimiento de este calzado, pero fue en estas localidades donde las ornamentaciones y piezas de embellecimiento para este calzado nacieron. Con el paso del tiempo, como es de esperar, su evolución fue inevitable, y a pesar de que el cuero constituye un tejido que ha sido manipulado por la raza humana desde la invención de la escritura, siglos atrás era un material reservado para la alta curia eclesiástica y la gente adinerada por lo que principalmente se reservaba su uso para los soldados. 

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Más adelante, tras atravesar la Edad Antigua, las botas aterrizaron bajo la custodia de los hombres ya que se le otorgó a la mujer un papel en la sociedad que se reducía a las actividades domésticas y de cuidado familiar, por lo que junto a la imagen delicada y femenina que debían mostrar este calzado se retiró de su dominio para destinarse a aquellos que desempeñaban labores mucho más áridas. Finalmente, tras el transcurso de múltiples décadas el sexo oprimido comenzó a ver la luz respecto a la posibilidad de acceder al uso de esta prenda mediante la equitación, única afición que permitía a las mujeres de clase alta (aunque los eslabones más bajos de la pirámide social trabajase diariamente con caballos solo los varones podían lucirlas) llevar botas sin ser mal juzgadas. 

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A la postre, en el siglo XIX, llegó la primera revolución para las botas gracias al gradual cambio en la mentalidad de la sociedad hacia el rol femenino por lo cual emergió el primer par de estas para mujeres en 1830 sin necesidad de recurrir a pretextos para vestirlas. A estas altura de la historia los diversos atrezos como los cordones, lazos, botones u otros ya eran elementos tan insustituibles en las botas como su propia suela, aunque el primordial diferenciador entre las botas de hombre y de mujer era la caña: de caña alta con un aire más militar para varones y las de caña baja para las damas. Durante esta época también encontramos a la fundamental impulsadora de las botas para las mujeres, la reina Victoria de Inglaterra, quien las empleaba para sus paseos vespertinos y para sus festejos posteriores. De este modo, a finales del siglo ya se consideraba una pieza digna de ser vista en todas las personas haciendo caso omiso a su género. 

En la actualidad, se trata de un fondo de armario indispensable para todos, al cual le hemos terminado por aplicar un regusto extravagante y más superficial que práctico, e irónicamente se han intercambiado los puestos siendo las botas de caña alta (incluyendo modelos tan arriesgados como aquellos que alcanzan la altura de la mitad del muslo) más vendidas hacia el público femenino y las de caña baja más popular entre el masculino. 

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En conclusión, podemos declarar que las botas han caminado un recorrido muy extenso rompiendo con variopintos prejuicios hasta ser lo que hoy en día consideramos como una pieza básica y esencial.

À bientôt.
Le Chaos.
 







Boots no the round and head in the clouds:

The cowboy, the sherling, the ankle boots, the military, the gogo of the sixties, the platform ones, the heels, the rain ones, ... There are countless boots destined to please all kinds of styles and functions, among which each individual can choose the most suitable for each situation.

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However, when we think about the beginnings of this footwear, a relatively modern image that dates from the 18th century comes to mind, which is totally wrong. In fact, the first indication of them goes back to the year 15000 BC, found in Spanish cave paintings where both prehistoric men and women wore the skins of different animals in order to protect their feet from threats such as the extreme cold or the rocky moors. 
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Ancient Mesopotamia and Egypt were also early witnesses to the emergence of this footwear, but it was in these localities where the ornamentation and embellishment pieces for this footwear were born. With the passage of time, as expected, its evolution was inevitable, and despite the fact that leather constitutes a fabric that has been manipulated by the human race since the invention of writing, centuries ago it was a material reserved for the high ecclesiastical curia and wealthy people so they were mainly used by soldiers. 

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Later, after going through the Ancient Age, boots landed in the custody of men since women were given a role in society that was reduced to domestic activities and family care, so together with the delicate and feminine image that they had to show this footwear was withdrawn from its domain to be exclusive for those who performed much more arid tasks. Finally, after the passage of multiple decades, the oppressed sex began to see the light regarding the possibility of accessing the use of this garment through horseback riding, the only hobby that allowed upper-class women (although the lowest links of the social piramid worked daily with horses, only males could wear them) wear boots without being misjudged.


Ultimately, in the nineteenth century, the first revolution for boots arrived thanks to the gradual change in the mentality of society towards women’s function, which is why the first pair of these for them emerged in 1830 without the need to resort to pretexts to dress them. At this point in history, the various props such as laces, bows, buttons or others were already as irreplaceable elements in boots as their own sole, although the main differentiator between men's and women's boots was the cane: high-top, with a more military air, for men and low cut for women. During this time we also find the fundamental promoter of boots for women, Queen Victoria of England, who used them for her day walks and for her subsequent festivities. In this way, at the end of the century it was already considered a piece worthy of being seen in all people, ignoring its gender.

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At present, it is a wardrobe essential for everyone, to which we have ended up applying an extravagant aftertaste more superficial than practical, and ironically the positions have been traded being the high-top boots (including models as risky as those that reach the height of the middle of the thigh) more sold towards the feminine public and those of low cut more popular between the masculine one.

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In conclusion, we can declare that boots have come a long way, breaking with various prejudices until they are what we consider today to be a basic and essential piece.

À bientôt.
Le Chaos.

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